Confesiones de un conspiracionista pseudocientífico.

Cuando más joven, por una mezcla de ignorancia y soberbia, me explicaba muchas cosas por las conspiraciones de los grupos de poder. También creía en algunas pseudoterapias en que ahora ya no creo. Hay muchas razones por las que creer todas esas cosas es fácil. En parte porque otorga cierta pertenencia a grupos que creen lo mismo, y eso es siempre atractivo. Queremos ser aceptados por nuestros iguales. En parte porque el creer cosas que otros no, nos coloca en una posición subjetiva de superioridad: Nosotros sí sabemos, nosotros estamos enterados, nosotros no nos tragamos sus mentiras, es reconfortante pensar así. Y bueno, por ignorancia.

Y son dos cosas, las conspiraciones y las pseudoterapias, pero están relacionadas. El creer en ellas provoca estas mismas cosas: comunión y superioridad. Claro que hay matices. Por ejemplo, la creencia en las conspiraciones otorga también una curiosa seguridad pues creemos que alguien, no nosotros, pero alguien, tiene control sobre los grandes eventos. Cuando la verdad es que eso rara vez es verdad. Y digo rara vez, porque de repente, muy de repente, sí resulta ser que algún gran acontecimiento fue planeado, como la caída de la bolsa del 29, y otros pocos eventos que fueron obras de mentes maestras que además tuvieron mucha suerte. La verdad es que el mundo es demasiado complejo y los humanos somos demasiado estúpidos para poder acertar en nuestros planes muy seguido.

Ahora quiero aclarar que cuando creía en, por ejemplo, homeopatía y acupuntura, ya tenía estudios de ciencia, ya había tenido un enamoramiento con la filosofía de la ciencia, tenía una buena idea de lo que la ciencia significaba. Lo que pasó (además de mi natural estupidez) era que creía que la homeopatía y la acupuntura eran una especie de ciencia alternativa, que funcionaba. No me había dado el tiempo de verificar su eficacia. El porqué de esto, no lo sé. En parte por falta de canales de información, en parte por flojera. Y por todo lo que ya dije antes.

Un día, cansado de leer una y otra vez que no había pruebas de que la homeopatía funcionara, me puse a buscar evidencias para tener algo que decir a los que afirmaban semejante sandez.

Y fue un shock cuando me enteré de que no hay ninguna evidencia real de que la acupuntura o la homeopatía funcionen. Solamente hay evidencia anecdótica, que probablemente tenga que ver con el efecto placebo y con el hecho de que muchas enfermedades remiten naturalmente. Todavía quisiera creer que funcionan. Si alguien tiene evidencia de que funcionen, evidencia dura, algún estudio contrastado, y verificado, por favor hágamelo saber. Pero hasta donde pude averiguar mientras que en el caso de la acupuntura hay un pequeño conjunto de dolencias para las cuales existe evidencia débil de efectividad, en el caso de la homeopatía no hay ni siquiera eso.

Así que no, si no hay evidencia de algo, pues lo más seguro es que no sea cierto. Esto debería ser obvio y lo olvidamos. Las pseudoterapias son aplicaciones terapeúticas que se basan en pseudociencias. La diferencia principal entre una ciencia y una pseudociencia es la falta de pruebas, ya sea porque toda la evidencia sea en contra, o por que se base en supuestos infalseables (como ocurre en el marxismo, por ejemplo), aunque existen otras características que comparten las pseudociencias, como el edificarse sobre supuestos alejados del marco teórico del resto de las ciencias: los canales energéticos de la acupuntura, la fuerza vital y la memoria del agua de la homeopatía, y otras más extremas como el creacionismo o el terraplanismo. Pero aún con estos supuestos tan alejados de lo que se acepta en la ciencia, si existiera evidencia sólida de que alguna pseudoterapia tuviera efectos terapéuticos reales, la ciencia médica terminaría aceptando su eficacia. Pero no se ha encontrado evidencia a favor, y sí mucha evidencia en contra, de la homeopatía, de la acupuntura, las flores de Bach, la magnetoterapia, la curación cuántica, y un largo etcétera de pseudoterapias.

Ahora vamos con el caso de las vacunas. Alguna vez creí que, en cuanto sociedad, podíamos prescindir de las vacunas. Tanto porque estas no eran necesarias (porque creía que la naturaleza es sabia y las enfermedades tienen un propósito) como porque podían ser dañinas (porque había escuchado de casos horribles, y existía un artículo que ligaba vacunas y autismo).

En efecto existió un artículo, uno solo, que después de demostrarse falso fue retirado, que vinculaba a las vacunas con el autismo. Por el poder de ese único artículo, muchísima gente (como yo), se enteró de la afirmación original pero no de la retracción y ahora es creencia extendida que las vacunas causan autismo. Y es que es más satisfactorio creerlo, esa es la verdad. Creyéndolo nos sentimos poseedores de una verdad que no es la misma que la verdad oficial, y nos sentimos aceptados dentro de ciertos grupos, y esa pertenencia nos hace sentir bien. Pero la verdad es que no existe evidencia que ligue el autismo con las vacunas, y sí existe mucha, toneladas de evidencia, que liga la vacunación con el hecho de que los niños vacunados se vuelven inmunes a la enfermedad con la cual fueron vacunados. Pero escogemos nuestras creencias a modo, de acuerdo con lo que nos es cómodo creer. Lo sé porque yo lo hice y seguramente lo sigo y lo seguiré haciendo. Aunque ahora pongo más cuidado.

Además, muchos movimientos antivacunas surgieron en países desarrollados, en donde hacía tiempo que existía inmunidad comunitaria gracias a las efectivas campañas de vacunación del pasado, así que las comunidades antivacunas no tenían contacto con la crudeza de las epidemias por no haber conocido casos de primera mano, lo que disminuye la percepción de peligro. Dicho de otra manera, no es fácil convencer a alguien de vacunar a sus hijos si no conoce de primera mano casos de niños muertos o gravemente enfermos por no haber sido vacunados. Ahora es precisamente es esos países desarrollados donde se están presentando brotes de las enfermedades que parecían erradicadas debido a que la inmunidad comunitaria se ha quebrado por la negativa a vacunar a sus hijos de esas comunidades antivacunas. Y la inmunidad comunitaria es importante pues permite que niños que no han sido vacunados no contraigan la enfermedad debido a que el hecho de que la mayoría sí estén vacunados actúa como un escudo protector rompiendo efectivamente las cadenas de transmisión. Y esto es importante porque no todos los niños pueden ser vacunados, por diferentes motivos (alergias, sistemas inmunitarios débiles, enfermedad, pobreza, etc.) pero, como ya dije, este tipo de inmunidad se ha estado rompiendo en países desarrollados debido al aumento de padres que no vacunan a sus hijos.

En cuanto a las conspiraciones, ya dije que el mundo es complejo, muy complejo. Y los seres humanos somos minúsculos y aunque nuestros intelectos unidos a través de la historia han logrado cosas maravillosas, es muy poca la capacidad individual que tenemos para hacer planes como supervillanos de película. Han existido, sí, unas cuantas mentes que han sido capaces de unos cuantos aciertos estratégicos. Pero de ahí a creer en la capacidad de las altas esferas de ponerse de acuerdo, ellos que tienen tantos intereses diferentes y se la pasan peleando por el poder entre sí, bueno, no tengo fe en su capacidad de cooperación. Y tengo fe en su estupidez que debe ser parecida a la mía, y en su egoísmo, que debe ser parecido al mío, que les impedirá maquinar esos super planes maquiavélicos, así como tengo fe en la complejidad, y el caos, inherentes al mundo real que no es precisamente el mejor escenario para llevar a cabo esos maravillosos planes malvados.

Volviendo al tema de las pseudociencias médicas, pseudoterapias y demás, es necesario decir que existen otros factores que abonan este tipo de creencias. Uno de ellos es que la ciencia medica no está exenta de errores históricos y profesionales, de toda índole. La malicia sanitaria, las panaceas, o los simples errores, han ocasionado toda clase de tragedias, lo que no es raro, considerando que la medicina está hecha por seres humanos, dados al error, a la confusión y a la codicia.

Como por ejemplo la historia de la talodamida, ese medicamento que tuvo gran éxito para aliviar las náuseas, la ansiedad y los problemas de sueño, que causó deformidades en un estimado de 10,000 bebés. Historias trágicas como esta sirven de combustible para alimentar las más disparatadas teorías bajo la premisa de que si algo inesperado, que resultaría difícil de creer, como el que un medicamento contra las náuseas cause malformaciones, resultó cierto, luego entonces muchas cosas igual de aparentemente inverosímiles han de resultar igualmente ciertas. Afortunadamente, la ciencia se mueve hacia espacios de intercambio de información cada vez más amplios de manera que ahora es más difícil que un medicamente nuevo no sea verificado en muchos diferentes centros de investigación al mismo tiempo, reduciendo así la probabilidad de que pase algo parecido a lo que pasó con la talodamida.

La ciencia tiene una resistencia protectora a nuevas teorías. Esto suele ser algo bueno, pues impide que teorías que no hayan sido extensamente probadas se cuelen como verdades.

Es esa misma capa protectora la que a veces retrasa la aceptación de alguna teoría que finalmente sí pueda probarse. Así es que algunas de las creencias que ahora se consideran pseudociencias tal vez alcancen un día el estatus de ciencia. Pero para que eso suceda, estas creencias deberían tener un cuerpo de evidencia suficientemente sólido. Quiero decir, tal vez algún día la homeopatía pueda ser considerada ciencia (lo dudo mucho) pero por ahora, parece ser que no existe ninguna evidencia que lo permita.

Insisto, la ciencia se equivoca y se afina con el tiempo. Alguna vez la ciencia médica creyó en la teoría de la autointoxicación intestinal, la lobotomía, o en la introducción de globos de hule con agua helada en el estómago de pacientes con úlcera péptica. Ahora se sabe que fueron errores de la ciencia médica. Como ya dije, la ciencia está hecha por seres humanos, y los seres humanos se equivocan. Por eso es bueno que existan en la ciencia barreras que nos protegen de las equivocaciones.

Dicho todo esto, no me queda más que invitar al pensamiento crítico, empezando por cuestionarnos las razones por las que creemos o dejamos de creer algo. Y en los asuntos que tienen que ver con la salud, lo mejor es examinar las evidencias antes de abrazar alguna creencia.

Además, no está de más buscar entender un poco más los mecanismos de la ciencia, para saber cómo es que ésta avanza, como las hipótesis se van transformando en teorías, debido al peso de la evidencia.

Ahora, en el caso del coronavirus, la pandemia que tenemos en puerta, o más bien, con un pie adentro, se dio un fenómeno muy interesante y bonito de cooperación internacional como nunca se había visto. Algo que no he mencionado es que uno de los fenómenos que retrasan el movimiento hacia delante de la ciencia tiene que ver con el sistema de publicación de artículos especializados mediado por una mafia editorial internacional que impide que el conocimiento fluya estableciendo controles económicos. Es un tema largo, pero baste decir que lo que en principio intentó ser un medio de controlar la veracidad de las publicaciones terminó convertido en un asunto feo de restricción del conocimiento.

Y ahora, desde que se detectaron y dieron a conocer los primeros casos del coronavirus en Wuhang, existió un intercambio de información usando canales libres como plataformas científicas, mucho más veloces y económicos de usar que los canales acostumbrados. Gracias a esto, el COVID19 es el virus que más rápidamente ha sido secuenciado, rastreado, y estudiado de todos los modos posibles.  También esto puso sobre la mesa la discusión acerca de la necesidad de cambiar permanentemente los canales de información hacia aquellos que permitan el acceso libre, pero esta parece que será una guerra larga contra los intereses comerciales de los consorcios de las revistas. Menciono todo esto porque gracias a este esfuerzo internacional de la comunidad científica ha quedado claro que los orígenes del virus no están en ningún laboratorio militar, sino es una mutación natural de un virus ya existente.

Por favor, ahora que nuestra vida depende de ello, no colaboren con la desinformación con teorías conspiracionistas ni pongan su fe en pseudoterapias. De hacerlo, solamente estaríamos distrayendo la atención ahora que necesitamos enfocarnos en unir esfuerzos para salir lo más ilesos posibles de este brote. Tenemos mucha ciencia y mucha historia a nuestra disposición como para estar pensando en que los reptilianos hicieron el virus para alimentarse de nuestras vibraciones de baja frecuencia. Dejemos a un lado los gorritos de aluminio. Y vacunen a sus hijos contra el sarampión, que una pandemia encima de otra solamente empeorará las cosas.

La ciencia es de nuestros mejores inventos como especie. La dignidad es otro invento maravilloso. Ya que inventamos ambas cosas, seamos dignos ejemplares de nuestra especie respetando, o mejor aún estudiando y comprendiendo, el pensamiento científico. No estoy diciendo que sea el único tipo de pensamiento válido, lo que quiero decir es que debemos validar el peso de la evidencia como camino al conocimiento de las cosas del mundo.

Para otros planos que no son el fáctico tenemos filosofía, misticismo, metafísica, poesía, y otras invenciones maravillosas. Pero para los hechos, la ciencia es hasta ahora nuestra mejor guía, así que sigámosla.

One thought

  1. tachar la medicina occidental de ciencia me parece muy desatinado. quizá existe la ciencia médica en laboratorios de investigación pero la práctica del personal médico para tratar pacientes no es un ciencia, es un conjunto de tradiciones y costumbres de un gremio que se basa en la ciencia médica para actuar. quizá estaría bueno también pensar en la agencia que tiene el gran capital de la industria farmacéutica sobre los procedimientos a los que tiene acceso o no el personal médico.
    también estaría bueno recordar que el método científico es una metodología para obtener conocimiento pero no la única válida aunque sea la única para obtener conocimiento científico.

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