Siendo que la poesía es indefinible, no puedo sino trazar una memoria de ruta. Acaso en ella alguien encuentre una manera de ver, de leer, de oír. Me voy dando cuenta de que de lo mucho o poco que me ha sido dado leer, termino guardando memoria de unos cuantos poetas, que trazan la línea lo que soy y de cómo entiendo. No incluyo aquí a una miríada de poetas que me gustan, y me gustan mucho, porque no los reconozco conscientemente entre aquellos que más me han influenciado.
En el principio fue Orlando Guillén.
La biblioteca pública de mi pueblo cerró un tiempo, unos años. En ese periodo, mi abuelo prestó un cuarto de su casa para dejar que los libros se pudrieran plácidamente en cajas de cartón que no soportaban la humedad de la zona. Yo, siendo un niño con un hambre desmedida por leer, por conocer el mundo a través de la lectura, tuve muchos felices encuentros en ese cuarto de cajas mohosas. Sobre todo, Robert Graves y Orlando Guillén. Del Versario Pirata de Orlando puedo hablar como el pato hablaría del perdigón o la astilla del fuego. Con él entendí que debía de cuidar la forma a la vez que maltratarla, escupirle la cara a la palabra, encuerarme y gritar. Arrojo de quien lo tañe, serdo. Leerlo es seguir una línea mental muy especial donde se puede escuchar la carraspera de su voz, lo total de su desnudez.
Fue mi libro de cabecera muchos años. Creo van tres ediciones que me acabo y ya debería conseguir otra, porque la que tengo ya está muy maltratada.
Se le cataloga dentro de los infrarrealistas. El dice que es de la tradición de la ruptura. En realidad, los poetas verdaderos terminan haciendo lo que les sale de los cojones o del coño o del culo o del alma o de donde sea, y no se les puede clasificar en ningún lado.
Anterior a todo, fue Rimbaud
No es que no haya existido la poesía antes de Rimbaud, es que no existía la poesía antes de Rimbaud. Es una exageración y una mentira y es verdad. El destiló los venenos y rompió los frascos para beber del piso, entre vidrios. Es de una agonía amanerada e hipnotizante. El gran maricón, el más hermoso. Dientes y chillidos, belleza. Es sobre todo su obra en prosa, Una temporada en el infierno e Iluminaciones, que además es lo último de su obra, lo que es impresionante. Con él, se inaugura una nueva era en la poesía (lo que sea que esto signifique).
Alejandra Pizarnik
Quise nombrar a los poetas que más me han influenciado, y tal vez me traiciono. No me parece que Pizarnik me haya influenciado tanto, pero la incluyo porque esto fue un accidente. Estoy seguro de que, si la hubiera conocido más joven, no la hubiera soltado. Pizarnik es inevitable en los caminos de la poesía del mundo. Es la humanidad tomando conciencia de sí misma, descubriendo su miedo, su furia, su dolor, ocasionalmente su felicidad. Es triste, y oscura melancólica, sí. De una belleza hipnotizante, la fuerza de su sinceridad.
El último Girondo
Aunque a veces se han difundido, merced a cierta película, algunos de los versos tempranos de Girondo, no es ese Girondo el que me interesa. Es el último, el tullido, el monstruo. Aunque ya había sacado la primera edición de su último libro En la masmédula cuando sufrió el accidente de tránsito que le limitó la movilidad, siguió trabajando sobre el mismo, añadiéndole poemas a cada edición. Es un libro de la más rugosa pulcritud. No se puede hablar mucho sobre él. No se le entiende porque se le entiende demasiado. Una amiga me ha hablado de un libreto de Artaud, pensado para el radio, también su última obra, y lo que me han dicho me hace pensar que los límites que toca Artaud en el francés de Para acabar con el juicio de Dios son los mismos que Girondo toca en español. Yo, que no se francés, he leído traducciones de ese libreto que me gusta mucho, muchísimo. Pero si es verdad lo que me han contado, entiendo que no será fácil para alguien que no es un hablante nativo, o por lo menos un estudioso enamorado de años de dicha lengua, acercarse a los dobles sentidos de la guturalidad de Artaud. Así como no será fácil para alguien que no conozca la lengua española saborear a Girondo. Y no hablo de sapiencia, aunque la hay, sino de que Girondo juega con el sabor que tienen las palabras del español, un sabor que conocen quienes viven la lengua. También he escuchado eso de Joyce, en inglés. Y es ese jugar con el sabor lo que hace intraducibles a muchos grandes poetas.
Wallace Stevens
Así como hay poetas que no pueden traducirse por lo barroco de los giros del lenguaje que ocupan, existen otros en los que lo que importa no es la lengua, sino la contundencia del mensaje. Claro, que esta es una discusión vieja, la de la forma y el contenido, pero a donde quiero llegar ahora es a hablar de alguno de estos poetas del mensaje, comenzando por el señor Stevens. Es de alguna forma un reflejo inverso de Rimbaud. Rimbaud escribió todo en su juventud, abandonando la literatura a los 19 años, mientras que Stevens empieza a publicar a partir de los 50 años. Es un pez abisal de la poesía, que muestra aquello que había permanecido en el fondo, en lo inexplorado. La vida de las ideas, imágenes que aparecen resplandeciendo, luciérnagas en la noche del lenguaje.
Clarice Lispector
Nació atrapada, condenada y libre. Su destino para ella fue siempre claro. Si bien siempre el otro es un misterio, la poesía abre ventanas entre las almas. La poesía de Lispector nos muestra un ser que entendía el mundo solo a través de la poesía misma, y se permitió a sí misma la sinceridad de mostrarlo, toda su vida. Aunque a veces escribió cuento o novela, sus cuentos y novelas están tejidos con el mismo material que su poesía. Alejados de las convenciones de sus propios géneros, son tomados como moldes para la poesía, su poesía que es una y no muchas.
Se podría decir que es una poeta pura, o que Clarice es pura poesía. Agua Viva es una promesa cumplida en este afán de entregar la belleza, de darle al mundo pretextos para existir, y es una obra en la cual esta belleza toma el mundo como pista de despegue para alzar el vuelo.
La hora de la estrella aborda este problema de diferente manera. Es una novela en que se narra la vida y muerte de una obrera que tiene un trabajo de mierda con un sueldo de mierda. Se sitúa en un barrio pobre y sórdido. No se le puede acusar de ser una romantización de la miseria, porque no romantiza nada. Más bien, muestra el otro lado de las cosas, la perfección que permea al mundo, en todos los detalles de éste.
Rumi no es un principio, es un fin.
Aquí el aliento me falta. Una vez que conocí a Rumi, no pude escribir poesía por un par de años, debido a la vergüenza. Estoy escribiendo esto y se me hacen agua los ojos. Rumi es un final, pero no se sabe bien de qué. No es como Rimbaud, que azota y desvaría con lucidez e inesperada belleza, Rumi estalla de amor y te avienta un soplo de fuego en la cara. Es devastación. Rumi fue un religioso que tuvo también una basta obra de literatura mística, que es difícil de leer. Pero paralelo a esa obra mística, corre esa obra poética que corroe la máscara para dejar al descubierto al corazón que agoniza, eterna agonía en que no queda ya distancia ni cuerpo entre la luna y el alma. Rumi es vergüenza de no haber muerto, agradecimiento inmenso por la vida.
Puedo recomendar sus Rubayats, cuartetas dedicadas a sus grandes amores, que son uno y el mismo, pero son dos, como un destilado de su alma. Pero eso es un poco injusto. La amplitud de su alma es tal que su poesía no le basta. Eso se nota, y es terrible y hermoso.
En esta misma liga existen otros santos que también son grandes poetas. O así: la santidad tiende a la poesía, la poesía es la mejor expresión de la santidad, no lo sé algo hay de eso. En esta liga están San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús, Ibn Arabi, Dogen Zenji, María Sabina, y otros muchos. Todos ellos maravillosos.
Shinkichi Takahashi
Un curioso ejemplar de este bestiario. Dadaísta y monje zen. Enloqueció una vez, por la rigurosa disciplina del monasterio. Estuvo internado y se repuso. Tal vez, para fortuna nuestra, nunca del todo. En él convergen naturalmente la sobriedad del zen con el juego de imágenes que desborda desde su dadaísmo.
Los filósofos
Así como con la santidad, asistimos al hecho que la poesía limita con otros afanes imposibles. Para mí, la filosofía es un género literario emparentado con la poesía, cuando la filosofía busca sus límites. En uno de esto límites está Nietzche, el martillo. La fuerza que impulsa su palabra es la fuerza de la poesis. No hablo tanto de su poesía propiamente dicha, me refiero a sus textos filosóficos, sobre todo Así hablaba Zaratustra y El Anticristo, que son poesía ctónica y aérea, caverna y águila. En fin, la desmesura de su ego y esas cosas. La locura que ya es anécdota. Un hombre vencido por el peso de sus ideas, víctima sí. Pero también victimario.
En otro de esos límites está Deleuze. Sabedor de que el mundo se construye con ladrillos de literatura, traza líneas entre literatos y filósofos de la manera más hábil. Por ejemplo, en Lógica del sentido, echa a la licuadora a Artaud, Carroll, y los estoicos. Y el batido es delicioso.
Es muy especial dentro de su obra aquella que tejió en colaboración Félix Guattari, los dos volúmenes de Capitalismo y Esquizofrenia: El Antiedipo y Mil Mesetas.
Sinceramente, en el caso de las obras mencionadas de estos autores, me es más sensato y provechosa leerlas como poesía. Así me es más accesible la profundidad de su pensamiento, desde una distancia que ya no sé si es más o menos cercana que aquella que la lectura filosófica establece.
Lo demás.
La poesía, ese indefinible, se encuentra escondido a plena luz del día. A fin de cuentas, la ubicuidad es prerrogativa de lo indefinible. Y es de la poesía de este mundo, la explícita y la oculta que cada uno de nosotros va trazando su estilo y su historia. De lo que el viento me arroja, tomo un poco, y se lo arrojo al viento.
La poesía construye y destruye a una persona, cada nombre aquí expuesto cimbra con sus letras desde el espíritu hasta el último vello corporal. Me encantó tu selección, aunque sabes que mi devoción está comprometida con mi Alejandra por siempre.